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Trata sobre el evangelio de este domingo donde el evangelista Marcos nos cuenta lo que aconteció entre Jesús y el leproso.
Había por aquel tiempo un chico que tenía lepra. La lepra
era una enfermedad muy mala. Se te ponía toda la piel cubierta de llagas. Y a
los leprosos nadie los quería. Decían que era un castigo de Dios, les hacían ir
con una campana. Y cuando estaban cerca, todo el mundo se alejaba.
El chico llegó
cerca de Jesús. Pero Jesús no se alejó, le esperó. El chico le dijo a Jesús:
“Si quieres, puedes limpiarme”. Y Jesús, en lugar de rechazarlo, le tomó la
mano. ¿Te imaginas? Nadie le había tocado desde hacía años, ni una caricia, ni
un abrazo. Pero Jesús le tocó y le dijo: “Sí, claro que quiero, queda limpio”.
Y de golpe, el chico se miró el brazo, y luego todo el cuerpo, y estaba sano.
¡Vaya sonrisa se le puso!
Jesús, que quería
pasar desapercibido, le pidió que no lo dijera por ahí, solo en el templo. Pero
el chico estaba tan feliz que empezó a contárselo a todo el mundo. La fama de
Jesús seguía creciendo, y mucha gente acudía a él… (Mc 1,40:45)
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